Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL


1230
Legislatura: 1887-1888 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 9 de marzo de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Muro
Número y páginas del Diario de Sesiones: 67, 1704-1705
Tema: Rumores sobre la ausencia de Madrid de S. M. la Reina D.ª Isabel II y S. A. el Duque de Montpensier

Si el Sr. Muro recuerda lo que sobre el asunto a que se refieren las dos preguntas que ha tenido a bien dirigirme tuve el honor de exponer otra vez al Congreso, en su recuerdo encontraría la mejor y la más terminante contestación a sus dos preguntas.

Ante todo, debo declarar que el Gobierno no ha sentido alarma alguna en ninguna parte por los sucesos a que se ha referido S.S., creyendo yo que esa alarma no existe más que en el ánimo de S.S., pero que existe infundadamente.

En la ocasión a que me he referido, dije que por razones de todo punto independientes de S. A. el Duque de Montpensier, y temiendo que la reunión en un punto de España, reunión que ha tenido lugar otros años y que hubiera podido tenerlo en éste sin inconveniente de ninguna clase, de algunos individuos de la Familia Real, pudiera dar cuerpo y hasta carácter de verosimilitud a rumores absurdos de que se habían hecho eco, así la prensa extranjera como la prensa española, me dirigí al Sr. Duque de Montpensier, haciéndole algunas indicaciones sobre la conveniencia de aplazar su viaje por algunos días, dejando siempre a salvo el derecho y la libertad de acción de S. A.

En efecto, el Sr. Duque de Montpensier aplazó su viaje; pero la indicación que yo tuve la honra de hacer fue conocida, se hizo pública, y resultó que el aplazamiento del viaje, más que espontáneo, como era necesario para el objeto que yo me proponía, apareció impuesto por el Gobierno; y como esto no era exacto, como el Gobierno no tenía motivo alguno para decretar semejante imposición contra el Sr. Duque de Montpensier, y como, por otra parte, la imposición, si se hubiera hecho, habría sido contraproducente, porque provocaba los resultados que yo me proponía evitar, me apresuré a dirigir una segunda carta al Sr. Duque de Montpensier explicándole mi pensamiento y diciéndole qué móviles de prudencia y de previsión me habían impulsado a hacerle la indicación de mi primera carta, cuya indicación podía haber aceptado o no, pero que en todo caso, aceptada o desechada, debía haber permanecido bajo la mayor reserva, porque no de otro modo era posible que produjese los efectos que con ella me proponía; pero que una vez que esto no podía ser ya, y que el resultado que yo quería obtener había desaparecido por la publicidad que se había dado al asunto, yo levantaba mi indicación respecto de su viaje, dejándole completa libertad, como la tienen todos los ciudadanos que proceden dentro de la ley, para que hiciera de su derecho el uso que creyese conveniente.

Con esto el Sr. Duque de Montpensier podía venir a España; pero deferente con el Gobierno y más deferente, como es natural, con S. M. la Reina, contestó a mi segunda carta con una dirigida a S. M. la Reina Regente y otra al Presidente del Consejo de Ministros, en las cuales, porque el contenido es próximamente igual, decía el Sr. Duque de Montpensier que puesto que el Gobierno no tenía ya ninguna dificultad para que él emprendiera su viaje a España, esperaba se lo dijese cuándo podía realizarlo, sometiéndose, en cuanto al itinerario y a los demás extremos que con el viaje pudieran tener relación, a lo que el Gobierno dispusiera.

Yo no pude tener el honor de contestar a esta carta, porque ya estaba en cama; pero S. M. contestó a la que recibió del Sr. Duque, no sin haber tenido antes la bondad de remitirme la carta y consultarme la contestación que debía darse, y en la cual S. M. dijo al Sr. Duque de Montpensier que en vista de la consulta hecha al Gobierno, podía venir cuándo y en la forma que creyera conveniente.

Esto es, ni más ni menos, lo que ha sucedido, y estos son los motivos que el Sr. Duque de Montpensier ha tenido para venir a España. Yo celebraría que mi contestación satisficiera a mi particular amigo el Sr. Muro, y que no insistiese en la discusión de asuntos que tienen su cabida natural en las relaciones que pueden existir entre el Presidente del Consejo de Ministros y los individuos de la Real Familia, pero que no encajan bien en el Parlamento cuando, como ahora, no se vulnera ningún interés, ni hay violación [1704] de ningún derecho, ni quebrantamiento de ninguna ley. (Muchos Sres. Diputados: Muy bien, muy bien). [1705]



VOLVER AL MENÚ PRINCIPAL